Los Niños y su Curiosidad.
Por Alejandro Valdés
Hernández.
La curiosidad de
los niños por conocer su entorno es muy grande, algo innato de su edad, y que
puede servir como una palanca o un excelente medio para que él aprenda y conozca
plenamente lo que le rodea. Ésta es la motivación para realizar actividades de
observación, búsqueda y exploración, convirtiéndolas en labores agradables y
sumamente productivas para los pequeños. Se demuestra claramente en ellos,
reflejándose principalmente, en sus rostros. Es decir, en el momento que la
profesora les explica a los niños que irán a recolectar objetos (animalitos,
bichos o plantas), su estructura facial cambia; una sonrisa “colgate”, de oreja
a oreja se les escapa, acompañada de un grito de alegría.
Durante la
búsqueda, su curiosidad se hace presente, empezando a explorar y buscando especímenes
dignos de su atención, aquellos que por alguna razón se les hacen interesantes
conocer y entender. Los niños invaden el campo, explorando, observando,
indagando, en fin… descubriendo y conociendo el entorno, todo impulsado por la
curiosidad.
Y es aquí, donde
uno como maestro debe de saber aprovechar esta actitud, y seguir propiciándola.
Siempre jugando el papel de guía, pero sobre todo de motivador para estimular a
los niños ha indagar y explorar en todo, y no sólo cuando se visitan lugares.
En este caso, el maestro para motivar a los niños, tendrá que presentar una
situación atractiva al desarrollo cognitivo y a los intereses personales del
grupo dirigido a conocer algo nuevo o ya visto, pero desde otra perspectiva;
introduciendo a veces de manera oculta, una situación de reto o de misterio
para que los infantes se sientan mas atraídos por la actividad y su curiosidad
se vea más estimulada.
Inevitablemente,
surgen durante la actividad infinidad de interrogantes, sobre todo si la
curiosidad y la capacidad de observación de los niños han sido estimuladas y
desarrolladas. Lo ideal es que así suceda, ya que su resolución conlleva a la
construcción de un conocimiento significativo en el alumno. Pero, ¿cómo
resuelve estas interrogantes? Interesantemente, nos podemos percatar que los
niños, cuando tienen alguna duda, cuentan con toda una gama de mecanismos para
contestarla. Una de ellas es la pregunta directa a una fuente confiable de
conocimiento, en estos casos el profesor, sus padres u otro adulto.
Otro muy
importante, es la pregunta a sus compañeros, de la cual, por medio de la
retroalimentación, pueden llegarse a conclusiones muy acertadas e interesantes.
Una más, es la misma exploración y análisis que hace el niño de la
interrogante, elaborando relaciones y construyendo respuestas, ayudándose de
sus conocimientos previos. O solamente, se concretara a buscar lo que necesita
saber en algún libro. De cualquier forma, el niño obtiene productos de suma
relevancia para su desarrollo cognitivo. Es aquí donde debe entrar de nuevo la
habilidad del docente.
Se continúa
entonces, la segunda fase. Aquí es necesario que los maestros organicen
actividades para aprovechar el interés
de los niños por el estudio del tema. Por ejemplo, realizar una lluvia de
ideas, en donde todos tengan la posibilidad de participar partiendo de su
experiencia y resultados de la recolección de especímenes, actividad dirigida
directamente al tema a tratar, de la cual se hace presente el interés del
infante y se pueden extraer algunos argumentos que conformaran nuestro punto de
partida.
Otra actividad
que sugiero, es que los especímenes sean expuestos todos al frente del salón,
permitiendo a los niños que los observen e incluso que comenten entre ellos; y
en la medida de lo posible, que los toquen, escuchen y/o huelan.
Posteriormente, solicitar que los describan, y que mencionen semejanzas y
diferencias. Elaborando un cuadro con las participaciones, organizándolas de
tal manera que expliquen por sí solos el tema a tratar, complementando en caso
de ser necesario.
Tenemos presente
que la actitud que debemos tomar los maestros ante la participación de los
niños y las niñas durante el trabajo de clase es siempre de trato amable y
respetuoso, escuchando y atendiendo a sus comentarios, pero lo más importante,
orientándolo a la construcción de un conocimiento, no corrigiendo severamente a
sus errores, sino retomándolos para que el mismo los corrija mientras nosotros
lo guiamos. Lo indispensable es que nuestro trato propicie la confianza del
niño a expresarse libremente, creando un ambiente armónico y de confianza.
Finalmente, es importante
saber cómo se pueden aprovechar los intereses de los niños y las niñas para favorecer
el desarrollo de sus capacidades. Para esto es necesario tomar en serio que a
partir de lo que le interesa al niño se puede iniciar la construcción de un conocimiento
significativo. Posteriormente, es necesario conocer a fondo estos intereses,
para poder aplicar esta información en actividades y dinámicas.
Me es menester
mencionar que la curiosidad, la participación y el interés de los niños son
actitudes que ellos manifiestan como algo natural de su edad, y que si sabemos
aprovecharlas, el estudio de cualquier tema se facilitara en gran medida. Sin
embargo, sucede comúnmente que las actitudes de los docentes no son las más
apropiadas para estimular estas cualidades, sino todo lo contrario, inhiben
estas excelentes oportunidades de dar una educación más fácil y agradable para
los pequeños.
El conocimiento
esta formado de cosas de la realidad, y los intereses de los alumnos son por
algunas cosas de la realidad, inevitablemente, en un momento dado podemos
utilizar esta afición para dar una enseñanza. Claro, todo dependerá de la
creatividad del maestro.
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