El concepto de habilidad social y su medición en el aula: las técnicas sociométricas.
El término de habilidades sociales
aparece en los años 70 como sinónimo de asertividad. Inicialmente se desarrolló
en el terreno de los trastornos psicopatológicos de sujetos adultos. Después su
definición se modifico y se incorporo a los campos de la psicología infantil,
la psicología escolar y la educación especial, entre otros.
No podemos definir con exactitud
lo que hoy se entiende por habilidad social. Dodge ofrece un modelo global e
integrador de las distintas definiciones y concepciones al respecto. En otras ocasiones, el problema de
la definición intenta resolverse por medio de:
·
Las técnicas sociométricas, se asimila competencia social a popularidad.
Sin embargo, los juicios sociométricos carecen de poder para la explicación
causal de la competencia.
·
Juicios de adultos significativos (padres o profesores). Hay que señalar que en
este caso no siempre existe una correlación aceptable entre las diferentes
estimaciones.
·
Un enfoque funcional, se puede
ultimar en el análisis de la
frecuencia y calidad de las interacciones observadas. Este
procedimiento también ofrece dificultades dignas de mención, puesto que los
indicadores que deben de observarse varían considerablemente desde el punto de
vista evolutivo. Es necesario que el análisis funcional sea complementado con
un enfoque más comprensivo que tenga en cuenta no solamente las acciones que
realizan los individuos sino también su comportamiento cognitivo y estratégico.
·
La comparación entre sujetos “expertos” y “noveles”. se trata de responder a la
siguiente cuestión: ¿Qué tipo de conductas son las que se llevan a cabo los
niños competentes y que sin embargo no encontramos entre los incompetentes?
Coie y Dodge han intentado elaborar una
taxonomía de tareas sociales para especificar lo que significa una actuación
social competente. Dicho análisis revelo la existencia de seis factores que
reflejaban habilidades para:
a) Iniciar la entrada en un grupo;
b) Responder a las propias equivocaciones;
c) Responder a los éxitos personales;
d) Responder a las normas grupales;
e) Responder a las expectativas del
grupo; y
f) Responder a las expectativas de
padres y maestros.
Ellos encontraron también que, no
existía un perfil global y único de competencia o incompetencia social sino un
variado número de patrones diferenciales según fueran las características
personales y las diferentes situaciones a las que el sujeto tenía que
enfrentarse.
Meichenbaum
define la respuesta social competente como aquella que resulta apropiada para
un individuo concreto en una situación particular, y que se caracteriza por
tener un componente socio-ambiental (efectividad para conseguir los objetivos
propuestos y mantener relaciones con los demás) y otro personal (efectividad
para mantener la propia autoestima).
En conclusión, las relaciones
sociales de la infancia son un hecho que surge como una faceta evolutiva
conectada longitudinalmente a las relaciones afectivas y comunicativas previas
en la familia, y transversalmente al conocimiento social y de sí mismos que es
propio de cada edad.
Los mecanismos por los cuales
ejercen influencia los iguales son básicamente los mismos que los utilizados
por los adultos. Las interacciones escolares no sólo son importantes para el
presente del niño, sino además para su desarrollo posterior.
En este sentido, podemos definir
la destreza social como la capacidad de estudiar el contexto y de saber cuándo
y cómo funciona, conociendo además las exigencias que plantea cada caso.
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